LA ENTREVISTA: A D. Juan Pablo Domínguez Teba.

Siguiendo con esta sección y dándole la enhorabuena en estos días por su reciente Ordenación Sacerdotal venimos a entrevistar al joven palmerino D. Juan Pablo Domínguez Teba. Días previos a recibir el Sgdo. Sacramento esto es lo que nos decía...

13 de septiembre de 2009, sin duda, comienza una nueva etapa en tu vida ¿no es así?.
Ciertamente, comienza una nueva etapa en mi vida cargada de felicidad, porque dedicarse a las cosas de Dios siempre genera felicidad. En este nuevo camino que pronto iniciaré como sacerdote de la Iglesia, mi vida tomará un nuevo horizonte de comprensión, un cambio de orientación, al decidir consagrar toda mi existencia a Dios, prolongando y haciendo presente en la historia de las personas a las que seré enviado como sacerdote, las mismas palabras y acciones del Maestro. Estas personas que formaran parte de la comunidad cristiana a la que seré enviado, serán consideradas por mi como “Hijos” y hermanos en la fe por el bautismo, y podrán percibir, a través de mi, la solicitud amorosa de Dios, que como Padre, siempre quiere lo mejor para sus hijos y a todos ofrece su fraternal confianza. Es grande mi felicidad y desbordante mi alegría ante los retos, proyectos y desafíos que tengo que afrontar como sacerdote. No obstante, si hay algún presupuesto u objetivo que defina mi vida, a partir del 13 de septiembre de 2009, ese será: el de ser un signo de la misericordia de Dios y un instrumento de su Amor, donde Jesucristo sea el auténtico protagonista y yo sea un indigno y humilde servidor suyo en los hermanos, siempre en comunión con la Iglesia. Digo indigno, porque, pese a mis limitaciones, Jesucristo me ha llamado por mi nombre, ha pensado en mí y ha contado conmigo para servir a los demás y así, contribuir a la plena instauración del Reino de Dios, inaugurado ya por Jesucristo. Por supuesto, que esta nueva andadura que voy a desempeñar como sacerdote, no siempre está exenta de riesgos y de dificultades. Ahora bien, cuento con la Comunión de los Santos y con la inestimable y permanente asistencia del Espíritu Santo que me proporcionará el apoyo y la fuerza que necesito y, así renovar cada día la alegría que estoy viviendo ya desde el principio, incluso, en medio de vicisitudes y contratiempos. Son muchos los barcos que se hunden, pero hay un barco que siempre se mantiene a flote y, ese barco es la iglesia, a la que tengo que servir con amor y entregarme con todas mis fuerzas. Me siento muy agradecido a nuestra madre, la Iglesia, porque infatigablemente eleva al Señor sus oraciones por mí y por todos los sacerdotes, para que seamos fieles a la misión que hemos recibido del Señor y porque me hace descubrir que nunca estaré solo, que soy parte activa y responsable de la familia de Dios. Igualmente, en este nuevo cometido, necesitaré agarrarme fuertemente a la mano de la Santísima Virgen María, y sentir en todo momento su protección maternal.

¿Qué sientes en estos días previos?.
Siento emoción, satisfacción, alegría, mucha alegría. Son muchas las personas que se han puesto en contacto conmigo para felicitarme y compartir estos momentos. En estos últimos días, he tenido la oportunidad de reencontrarme con amigos y conocidos que hacía tiempo que no tenía noticias de ellos. El rostro gozoso de los enfermos a los que he visitado, la sonrisa de los niños, la inquietud de los jóvenes por seguir a Cristo y luchar por conseguir sus ideales, el esfuerzo de tantos padres de familia con los que he hablado y que tratan de sacar a sus hijos hacia delante, el respeto y cariño que me han dispensado los abuelos, el trato con las parejas jóvenes que van a contraer matrimonio con las que he llegado a tener una profunda relación de amistad, el esfuerzo incansable de tantas organizaciones caritativas y benéficas de la Iglesia que procuran paliar las necesidades materiales de los más pobres, la cara de felicidad de los feligreses que han vivido conmigo mi ministerio diaconal, y muchos otros acontecimientos: todos ellos, han contribuido a fomentar el ambiente de felicidad y de ilusión que embarga mi vida en estos días previos a mi Ordenación Sacerdotal.

Suponemos que el camino hasta aquí ha sido largo pero, ¿cómo sentiste la vocación sacerdotal?.
Mi vocación sacerdotal surgió de la educación de la fe que mis padres me transmitieron desde muy pequeño. Mi familia ha sido y sigue siendo una Iglesia doméstica, donde las alegrías y sufrimientos de uno de sus miembros, son también las alegrías y sufrimientos del otro. Doy gracias a Dios por mi familia y por la escuela de valores humanos y religiosos que he recibido de mis padres y hermanos. En mi familia he aprendido a valorar y a ser valorado y a apreciar el don de la vida y del perdón. Además, mi familia ha sido la primera cantera de la que Dios se ha servido y por la que Dios ha despertado y suscitado en mí la vocación al sacerdocio. Hay otros factores que han predominado en el progreso de mi discernimiento vocacional: la educación religiosa que recibí en la escuela, la relación de amistad y testimonio vocacional de muchos compañeros y hermanos en el sacerdocio, la vinculación estrecha que me une a comunidades de base, grupos de oración y de formación en la fe, asociaciones laicales que colaboran con la Parroquia y que promocionan un verdadero espíritu de comunión eclesial y, como no, estoy muy agradecido al Señor por las Hermandades y Cofradías de La Palma del Condado y de los destinos pastorales donde he sido enviado. Tengo muchos compañeros Diáconos y seminaristas que han descubierto su vocación a través de las Hermandades y Cofradías. Además, las Hermandades y Cofradías desempeñan una labor muy importante en el crecimiento en la fe de sus miembros, y en el sentir religioso del Pueblo de Dios que sabe apreciar el valor de las imágenes y acogen el misterio de la salvación, que se desprenden de las manifestaciones públicas de estas congregaciones de fieles. A ello, no puedo olvidarme de mencionar a nuestras tradicionales cruces de mayo, la Santa Cruz de la Calle Sevilla y la Santa Cruz de la Calle Cabo, que forman ya parte de la historia de nuestro Pueblo, y con las que he crecido, promoviéndose mi admiración y fervor hacia estas fiestas. En definitiva, todos habeis aportado vuestro granito de arena en mi discernimiento vocacional. A muy temprana edad, ya decía que quería ser cura. Quizás, lo decía, sin mucho convencimiento o sin suficiente conocimiento de causa. Me llamaba demasiado la atención, el rango público y religioso que ocupaban los sacerdotes y sentía curiosidad por la Eucaristía. En este deseo de ser sacerdote, me influyó sobremanera la oración y los momentos que he mantenido de intimidad con el Señor. Ya con 14 años, ya no tenía que depender de mis padres para rezar o ir a misa, sino que, rezaba por mi cuenta la Liturgia de las Horas y sentía una necesidad imperante de escuchar la Palabra de Dios y de ser convocado a la mesa del Banquete Eucarístico. La etapa de mi vida donde sentí con más fuerzas la llamada de Dios al sacerdocio fue durante mi adolescencia. Es una etapa, donde mi afecto y atracción por las chicas, mis deseos de querer superarme y mi inquietud por emanciparme, ocuparon gran parte de mi adolescencia. Pese a todo, me daba cuenta de que nada de eso me hacía plenamente feliz. Solamente Dios es el único que me hacía feliz, que podía dar una respuesta eficaz a mis dudas interrogantes y exigencias y que podía colmar de sentido mi vida. Yo no he decidido ser sacerdote de la noche a la mañana, detrás de mi vocación sacerdotal, había y sigue habiendo mucha gente rezando por mí y que han perdido todo su tiempo y han dedicado sus esfuerzos por educarme en la fe y poder ser, con su testimonio y experiencia de vida, un signo preclaro de mi vocación sacerdotal. Aprovecho estas líneas para dar gracias a Dios por el don gratuito y tan extraordinario del Orden Sacerdotal y por todo el bien que Dios, a través de vosotros, ha hecho conmigo.

¿Cuál fue la reacción de tu familia?.
Mi familia recibió la noticia de mi vocación sacerdotal con mucha alegría. Mis padres y todos los que me conocen ya se veían venir mi futuro como sacerdote. Por tanto, para la gran mayoría, mi decisión por configurar mi vida con Jesucristo, a través del Orden Sacerdotal, fue algo cantado y muy asumido. Aunque, para otros fue una sorpresa. Pero, en general, mi familia aceptó y respetó desde un primer momento esa opción de vida que yo tomé personalmente y, no solamente le pareció estupendo este ideal de consagrar mi vida al Señor como sacerdote, sino que mis padres y hermanos me apoyan y siempre están disponibles para lo que yo necesite. Gracias a Dios he podido contar con la gracia de disponer de una familia y de buenos amigos que no han puesto resistencia a mi vocación sacerdotal. Ya hay muchos que me han manifestado su felicidad por tener a un amigo que va a ser cura y, eso me agrada y me motiva.

¿Serías capaz de describir al Cardenal Amigo?.
El Cardenal Carlos Amigo Vallejo es ante todo, un gran Pastor, un Padre, que ha sabido ganarse la simpatía, el afecto y el cariño de los sevillanos, particularmente, de las Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis de Sevilla. El Cardenal Amigo, ha vivido su ministerio episcopal en conformidad con aquellas palabras de Pablo: “A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que todos se salven (1ªCor 9,22).” En una entrevista concedida por Carlos Amigo a ABC de Sevilla, hace unos días, el mismo Cardenal hacía un balance de su trayectoria como arzobispo de la Archidiócesis, donde llegó a decir que, lo mejor de sus años como arzobispo fue “estar cerca de las personas, de los sacerdotes, de los pobres, de las Hermandades, de los presos, de los gitanos, de los barrios pobres y de los ricos. Sin mirar la cartera o el color de las personas” sino la dignidad de todo hombre y toda mujer y su ser imagen de Dios en el mundo. El Cardenal Amigo, a mi parecer, desde su misión como obispo de Tánger (Marruecos) hasta hoy, se ha caracterizado siempre por una solicitud pastoral sin precedentes y por un celo apostólico encomiable hacia el Pueblo de Dios encomendado. Es un Pastor con profundas convicciones eclesiales y un Pastor muy cercano a la gente. Su ministerio episcopal consiste en un esfuerzo por hacer inteligible la Buena Noticia de Jesucristo y la misión de la Iglesia en el contexto cultural y antropológico vigente. Si me permitís, le estoy muy agradecido a Dios por la misión evangelizadora tan importante que ha desempeñado nuestro queridísimo Cardenal, Don Carlos, en Sevilla. Mis felicitaciones por mi parte al Señor Cardenal por la cantidad de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que han surgido en Sevilla, durante sus 27 años de episcopado en la archidiócesis y, sobre todo, por su misión de Pastor orante, preocupado por la fe de sus hijos, humilde, servidor, comprensivo, misericordioso y con capacidad para escuchar a todas las gente y de entrar en diálogo incluso, con los alejados, y con los más necesitados y desfavorecidos. También, quisiera saludar desde aquí, a nuestro arzobispo Coadjutor, Don Juan José Asenjo, a quien recibimos en Sevilla con los brazos abiertos y dispuestos a colaborar con él en la misión apostólica que el Señor le ha confiado.

¿Y a nuestro Párroco?.
De nuestro Párroco, Francisco Jesús Martín Sirgo, tengo que destacar, desde el punto de vista eclesial, su espíritu de servicio, su capacidad para escuchar y atender inquietudes y opiniones de todo tipo y su sensibilidad ante los problemas de las personas que tiene bajo su responsabilidad. Uno de los talentos y virtudes de nuestro Párroco reside en no dejar a nadie sin respuesta. Kiko tiene siempre una palabra para cada situación, sabe darle a cada uno según sus necesidades y, lo mejor, es que no entiende de distinciones de grupos en la Iglesia, porque para Kiko, lo prioritario es la unidad de todos los grupos pastorales en el servicio y la caridad. Como persona, nuestro Párroco es un padre, siempre atento a las necesidades de sus hijos de La Palma y, es también un amigo, en quien podemos depositar nuestra confianza y con quien podemos contar, no solamente para solucionarnos problemas morales y espirituales sino también, para establecer una profunda relación de compañerismo y de familiaridad. El espíritu joven, alegre y entusiasta de nuestro Párroco y camarada, Kiko, siempre deseoso y con ganas de trabajar por la Iglesia de La Palma y por sus instituciones, me ha servido de estimulo, de ejemplo y de confianza para comenzar con buen pie mi ministerio sacerdotal.

Has estado en prácticamente todos los actos de la Virgen del Valle, ¿Cómo valorarías la afluencia de personas a estos actos?.
Si, he procurado estar presente en los actos dedicados a nuestra Patrona, no solamente por ser del pueblo y por el ministerio diaconal que ocupo, sino también y, sobre todo, porque mi vinculación a la Virgen del Valle y a la Hermandad, emerge de los más profundo de mi corazón. Además, desde pequeño, movido siempre por un deseo interior de contemplar el bello y radiante rostro de nuestra Patrona y de recurrir a Ella para implorarle su ayuda y su mediación para encontrarme con su Hijo, asisto a la novena de la Virgen y me encomiendo a María, bajo la advocación del Valle. Por tanto, mi proximidad hacia la Patrona y hacia la Hermandad es recalcitrante, gratificante y persistente y, como canta la popular sevillana rociera de Puebla del Río, mi afecto y cercanía a la Virgen del Valle es “lo más grande que mi gente me ha dejado.” Como cada memorable y gozoso 15 de agosto, los palmerinos nos echamos a la calle, para saludar a nuestra Señora y ofrecerle el homenaje de nuestra vida y de nuestra historia. Y yo, como palmerino y fiel devoto de la Virgen del Valle, no podía dejar pasar la oportunidad de acompañar a nuestra Patrona por las calles de nuestro Pueblo y de honrarla por su grandeza y por la elección que Dios hace sobre Ella, asociándola al misterio de la redención. La afluencia de personas en los actos celebrados en honor a nuestra Patrona, la Virgen del Valle, ha sido bastante significativa y concurrida. Sólo hay que echar un vistazo a las solemnes misas que acaparan los días de la novena, y a la salida procesional del paso de la Virgen en estos últimos años, para descubrir la multitud de palmerinos congregados junto su Patrona. Esta cercanía, cúmulo de sentimientos y fervor del pueblo de La Palma hacia la Virgen del Valle, se amplía con la tan esperada y anhelada coronación canónica del 2011, y la consiguiente eclosión de gozo y de felicidad de los palmerinos por tan gran y singular acontecimiento.

¿Cómo ves a la Hermandades de nuestra localidad?.
Las Hermandades de nuestra localidad las veo muy unidas, no solamente entre hermanos de la misma Hermandad sino también con respecto a las demás Hermandades de la Parroquia y, por supuesto, en plena comunión con el Párroco y con las disposiciones eclesiales requeridas al respecto.

¿Cómo definirías a un cofrade?.
Un cofrade es un hombre de Dios y se configura de tal manera con Dios, que toda su vida tiene que ser signo de la bondad, misericordia y del amor de Dios entre sus hermanos cofrades. Puesto que el cofrade está llamado a vivir una vida acorde a las exigencias de la voluntad de Dios, y puesto que Dios está constantemente dirigiendo su palabra a los hombres y comunicándose a ellos, el cofrade tiene que salir de sí mismo, y al igual que Dios, darse y comunicarse a los hermanos de su Hermandad, no mirando su propio interés, su conveniencia, no encerrándose a su grupo particular de amigos, sino haciéndose todo para todos. Es también un hombre de Iglesia, preocupado por la educación de la fe de sus hermanos cofrades y siempre atento a las necesidades de la Madre Iglesia. Es un apasionado del mundo del arte y de la imaginería, desde donde descubre y hace presente en su vida, de un modo visible y pormenorizado, los misterios más acuciantes de la Historia de la Salvación. Es un hombre con una fuerte carga emotiva y sentimental hacia sus Titulares, a los que venera, tratando de conectar con la muerte y resurrección de Jesucristo y con la Virgen María. Es también un hombre en contacto permanente con la tradición y con la herencia que ha recibido de sus mayores.

¿Qué debe ser lo más importante dentro de una Hermandad?.
Lo más importante de una Hermandad es, como su propio nombre indica, hacer de la fraternidad y de la comunión entre todos los hermanos que la forman, el fundamento y principio de sus fines. Es importante y, yo diría que necesario, establecer relaciones de amistad con los hermanos de la Hermandad, y disponer de momentos de humor, de ocio, de sentimientos comunes. Pero, lo que importa realmente en una Hermandad es la fe de los hermanos en Jesucristo y ésta compartida con otros en comunidad. La fe no se vive sólo, la fe se comparte con otros, y en sintonía con un proyecto comunitario de vida y de amor, donde los misterios de Jesucristo y de María son interiorizados y puestos en práctica. Esta comunión exige desligarse de posibles divisiones y exclusiones por diversas tendencias y opiniones. Además, esta comunión en la que se debe configurar la Hermandad, se alimenta, por tanto, de la experiencia fundante de la fe y del ejercicio de la caridad de sus miembros, del sentimiento colectivo de los hermanos hacia las imágenes titulares, de la manifestación pública de fe que los hermanos penitentes profesan en la calle, del fervor y recogimiento que suscitan en los fieles los misterios de Cristo que significan las imágenes, de la formación bíblico-teológica que puedan poseer los hermanos, del compromiso y la participación activa de sus miembros en cada una de las actividades pastorales de la Parroquia, manteniendo intacta su fidelidad inquebrantable a las decisiones tomadas por la Iglesia y del esfuerzo por incrementar la obras sociales y caritativas que se infiltran desde el seno de la misma Hermandad.

¿Cuál es tu opinión de la juventud actual?.

La juventud actual reclama su lugar en la sociedad, su identidad y una educación de valores seria y responsable. Son numerosas las voces que manifiestan una actitud conformista, confusa, consumista, relativa e ignorante de los jóvenes, sobre todo, en lo que concierne al ámbito de lo religioso y que pronostican un futuro de la humanidad pésimo y caótico. Sin embargo, pienso que esta afirmación no es del todo lo más acertada. Son muchos los jóvenes que se acercan a Cristo en un proceso de búsqueda de sentido y que se sienten impulsados a transmitir un mensaje de esperanza que les abre caminos en la vida. A los jóvenes no se les puede imponer unas instrucciones moralizantes y muy lejos de sus capacidades, a los jóvenes hay que infundirles confianza en sus posibilidades de cambio, hay que fomentarles la alegría de vivir, la gentileza, cooperación y apertura de las que son capaces. Son cuantiosos los puntos de referencia, metas, objetivos y condicionantes que se ofrecen a los jóvenes, sin embargo, no hay otro punto de referencia para nuestros jóvenes que Jesucristo y su mensaje de amor, así como el testimonio de una vida cristiana de fe coherente y comprometida por parte de los que estamos en la Iglesia y nos implicamos en la formación de la fe de nuestros jóvenes. Como dice el Cardenal Amigo, “el joven no puede claudicar de su condición de joven.” El joven, por vergüenza, presión, por el qué dirán, por complejos, tolera muchas cosas y las considera como algo normal. No ha de ser ésta la actitud del joven: los jóvenes, particularmente los jóvenes cristianos, tienen que salir a comerse el mundo, es decir, tienen que luchar por defender sus ideales, sus propósitos de justicia, paz, solidaridad, libertad, igualdad, respeto y salvaguardar todo aquello que les supone un motivo para ser más personas consigo mismo, y con los demás. Pienso, que en ello, se pone en juego la propia felicidad de nuestros amigos, los jóvenes. El joven debe ser él mismo y libre de obstáculos que le impiden su crecimiento como persona, debe tener a Cristo como centro de sus preferencias. Y solamente desde Cristo, se constata la necesidad de una Iglesia que pretende afrontar los retos de la cultura contemporánea, de una Iglesia joven que, como instrumento eficaz acompaña a otros, humildemente, con respeto y desde la libertad, para conducir al joven a Dios. Y encontrándose con Dios, el joven se encuentre consigo mismo y con los demás y así participe plenamente en la pastoral de la Iglesia hoy, dando razón de la esperanza a la que Dios nos llama en Jesucristo y acompañando a otros jóvenes. De ahí, surgen catequistas, curas, monjas, fieles laicos competentes y comprometidos.

¿Qué esperas de los Grupos Jóvenes y de la Juventud cofrade en general?.
Espero un ambiente de confraternidad entre ellos y demás asociaciones laicales de la Parroquia y una inquietud cada vez mayor por conocer a Cristo y por sentirse involucrados en la misión de la Iglesia y en comunión con ella. Puesto que los jóvenes son el futuro de las Hermandades y Cofradías, el testimonio y la experiencia de fe de cada uno de ellos en sus ambientes de trabajo, estudios, universidad, amigos, familia, ha de ser imprescindible y contribuirá al enriquecimiento espiritual de tantos jóvenes que quieren dar su primer paso en el seguimiento a Jesucristo y que pretenden formar parte de la Iglesia a través de las Hermandades y Cofradías. Creo que la creación de grupos de oración donde los jóvenes expresen sus vivencias de fe y se conozcan, las iniciativas por fomentar la escucha de la Palabra de Dios y la aportación de unas claves de formación que ayuden a entender el misterio eucarístico y la vida de la Iglesia, permitirá a los jóvenes cofrades afianzar su opción por comprometerse con firmeza y convencimiento, en el amor a Cristo y a su Iglesia. También espero de los jóvenes cofrades una disposición de sus proyectos de vida a los designios que Jesucristo tiene preparado para ellos, siempre en actitud de fidelidad al fuero interno de las reglas y normativas de la Hermandad, dando así testimonio creíble y auténtico de la espiritualidad específica de la que los mismos jóvenes cofrades nos dan ejemplo. El mundo y la Iglesia necesitan de jóvenes cristianos que lo que vivan desde dentro, lo manifiesten hacia fuera, necesitan de jóvenes cofrades que no se replieguen en lo superficial, que no se queden simplemente en el signo externo, sino que contemplando la reluciente belleza de las imágenes y el elegante entramado de las estaciones de penitencia, estén convencidos siempre de su fe y apuesten fuerte por el Reino de Dios y por la causa del Evangelio.

¿Cuál es tu opinión sobre nuestro Blog Cofrade?.
Creo que es una iniciativa estupenda, porque así, podréis dar conocer a muchas personas la estructura y organización internas de las Hermandades y Cofradías de La Palma y muchas personas descubrirán a través de vuestra página web, la eficacia y valor que se desprenden del método de evangelización que lleváis a cabo.

Ahora una serie de preguntas cortas:
Cofradías o Glorias: Las Hermandades de Gloria dan a la Semana Santa y a los días festivos marcados por el tiempo litúrgico correspondiente un matiz más festivo, alegre y más afín al espíritu de renovación propuesto por el Vaticano II. Con las Hermandades de Gloria se acentúa el triunfo de Jesucristo sobre la muerte y nos acercamos al núcleo de nuestra fe, y es la resurrección. Pasamos del Cristo crucificado al Cristo glorioso de la resurrección. Me encanta contemplar el barroquismo de las imágenes que reproducen la pasión y muerte de Cristo, y que nos permiten apreciar a un Cristo más humano y sufriente, lo que nos ayuda a interiorizar profusamente la entrega de la vida por amor que Cristo hace por todos los hombres y mujeres en la cruz. Pero no puedo ocultar mi apreciación y estima hacia las imágenes de Gloria, que me recuerdan que la vida de Cristo no acaba en la muerte sino en la resurrección, consumándose así el Misterio Pascual de nuestro Señor, principio y fundamento de nuestra fe.

Un Cristo palmerino: Las imágenes cristiferas de la Palma, adquieren la majestuosidad de los Cristos humildes, austeros y sencillos del sur de la Península Ibérica. La mirada perdida y serena del Cristo del Perdón, el perfil apacible, de asombro y de inocencia de Ntro. Padre Jesús Cautivo ante las burlas de sus rivales, el rostro sufriente, agotador y sereno de Ntro. Padre Jesús Nazareno, y el estado yaciente del Stmo. Cristo de la Buena Muerte, nos aportan indicios suficientes del auge y el esplendor que mantienen las imágenes cristiferas de nuestro pueblo y el fervor popular que suscitan cuando estas venerables imágenes procesionan por las calles de La Palma.

Una Dolorosa: Impactantes y admirables son las imágenes de las Vírgenes Dolorosas, de las cuales, tenemos un vivo y sobresaliente ejemplo en nuestro pueblo de La Palma, con la bellísima imagen de la Virgen de los Dolores.

Un recuerdo cofrade: Produce nostalgia y añoranza recordar y hacer memoria del sentimiento común de los cofrades y la intensa emoción con la que se acercan muchas personas al contemplar las imágenes y el crecido sentido de piedad que suscitan las estaciones de penitencia todos los años. Desde pequeño eran muchas las ocasiones en las que me había estremecido y conmovido ante el paso silencioso y medido de los costaleros que portan el paso de misterio o la inmensa alegría con la que observaba el paso de los costaleros que llevaban a la Virgen por las calles. Sin embargo, no podemos estancarnos exclusivamente (“aquellos tiempos fueron mejores”) en el pasado, o sentirnos nostálgico por un impulso sentimental o afectivo, o centrar nuestra atención en un detalle significativo que nos cuesta trabajo olvidar, sino afrontar los desafíos del futuro con actitud crítica y reflexiva y, partiendo del pasado construir, en el ámbito de las Hermandades y Cofradías, un futuro plenamente evangelizador y misionero.

Una marcha: En una estación de penitencia nunca pueden faltar las asombrosas marchas procesionales. Marchas como Solea dame la mano, Esperanza de Triana Coronada, Jesús de las Penas, Amargura, y otras,... llenan de elegancia y originalidad y dan un matiz más festivo y vibrante a las estaciones de penitencia. Respecto a la marcha que acompaña el paso de los costaleros, habría que acentuar el esfuerzo y devoción de los costaleros por llevar a sus imágenes sobre sus hombros para que todo el mundo goce de la espectacularidad de las mismas en la calle, la adaptación de las marchas al misterio que significan las imágenes cofradieras y la dirección del capataz que orienta a sus costaleros y los alienta en el fervor hacia las imágenes que portan.

Rosas o nardos: Las rosas y nardos son símbolo del orden, armonía y hermosura de nuestra estaciones de penitencia, facilitan la concentración en el misterio celebrado, vivido y manifestado públicamente y suponen la expresión más viva del colorido y del sentimiento que muestran los cofrades.

Un deseo: el mejor de deseo que pido para los cofrades es su encuentro personal con el Dios de la vida que se ha manifestado definitivamente en Jesucristo. Ese encuentro provoca un cambio de paradigma que estimula a los cofrades a pasar del signo visible a la encarnación de las bienaventuranzas y a la personificación de los valores específicos y actitudes que Jesús propone en el Evangelio, valores todos ellos que humanizan y que nos hacen hombres y mujeres nuevos, dispuestos a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza en los comienzos de esta hora, de este tercer milenio cristiano. Unido a este deseo añado otro y es que, el buen cofrade nunca debe olvidar que ha de hacerse cargo de los gozos y esperanzas, de las tristezas y sufrimientos de los hombres y mujeres que acuden a la Hermandad y ven en ella un motivo para creer en Jesucristo, libre y responsablemente. En este sentido, me dirijo a los cofrades con las palabras del Papa Juan Pablo II, en la Novo Millenium ineunte “Remad mar adentro” y también con las palabras del actual Papa Benedicto XVI: “hay que ir contracorriente,” y pregonando en todo momento la verdad ante una cultura y civilización que construye su sistema, rechazando lo sobrenatural y quitando a Dios de en medio.

Antes de despedirnos, ¿qué te gustaría transmitir a nuestros lectores?.
Me gustaría expresar, en primer lugar, mi gratitud a La Palma Cofradiera por darme la oportunidad de concederme esta entrevista. También quisiera manifestar en qué consiste, a mi juicio, el ministerio sacerdotal que recibiré en breve. Consiste, en primer lugar, en una llamada de Dios que me invita a ocuparme progresiva y tenazmente de las necesidades de los pobres y los enfermos, aliviar y confortar a las personas que se encuentran en una situación de desánimo, abatimiento, consternación, impotencia, desesperación. Vivir como sacerdote significa reunir a los hijos de Dios, en torno a la mesa del pan partido y compartido, dar a conocer a Jesucristo por la palabra, no con palabras meramente humanas como si me predicara a mi mismo, no con palabras que hunden, que provocan dispersión y que inducen a error, no con palabras que nadie entiende sino con la Palabra de Dios, con palabras de fe, de ánimo, de consuelo, de amor, de esperanza, palabras que salen del corazón, de manera que lo que rebosa mi corazón, lo hable mi boca. Vivir como sacerdote significa, estar pronto para el perdón, disponible para la misericordia con aquellos que se quieren encontrar con Dios a través de mí, significa no calificar a los demás como extraños y forasteros sino ser cercano a la gente: reír con los que ríen, llorar con los que lloran, significa llevar prendada en mi vida esta súplica que la gente me dirige: “que la luz con la que Dios te ha iluminado y bendecido llegue a nosotros, para que nosotros, a través de ti, vayamos a Él.”

Damos las gracias a nuestro amigo Juan Pablo por atender a nuestras preguntas y deseamos que Dios le guíe en su vida sacerdotal, por él van hoy nuestras oraciones.

Foto: Manuel V.