De cómo Nuestra Señora de Guía vendimió el Primer Racimo
de La Palma del Condado

Nadie la vio llegar. Pisó la aurora
con un gesto travieso en la mirada
y fue dejando en tierra su pisada
la huella de su gracia labradora.
Su mano adolescente y segadora
fue segando la luz de la alborada
para luego decirse, alborozada:
-pues ahora quiero ser vendimiadora.
Luego se fue con paso sigiloso
y en la luz que temprana amanecía
dejó al campo dormido y silencioso.
Sólo bien avanzado el mediodía
alguien vio que faltaba el más hermoso
racimo en esplendor que ayer había.
Foto: Manuel V.

Nadie la vio llegar. Pisó la aurora
con un gesto travieso en la mirada
y fue dejando en tierra su pisada
la huella de su gracia labradora.
Su mano adolescente y segadora
fue segando la luz de la alborada
para luego decirse, alborozada:
-pues ahora quiero ser vendimiadora.
Luego se fue con paso sigiloso
y en la luz que temprana amanecía
dejó al campo dormido y silencioso.
Sólo bien avanzado el mediodía
alguien vio que faltaba el más hermoso
racimo en esplendor que ayer había.
Enrique Barrero Rodríguez.
Foto: Manuel V.